No podíamos seguir con la serie de artículos de videojuegos sin probar un juego de rol y estrategia. A dark room es ya antiguo, de 2014. En su momento fue un superventas, y hasta el prestigioso New Yorker le dedicó un reportaje. Pero quizá los años pasados lo hayan borrado de la memoria colectiva, y más de uno lo pueda descubrir en este 2020.
A dark room recuerda algo a En la carretera, el famoso (e inquietante) libro de Cormac Maccarthy de ambiente post apocalíptico, que más tarde se convirtió en película protagonizada por Viggo Mortensen.
Hay que reconocer que el juego nos engañó al principio, pues requiere algo más de cinco minutos para conocerlo bien, pero que gran parte del tiempo funciona solo: uno puede dejar la ventana abierta y echar vistazos rápidos a cada rato. Los expertos llegan a pasárselo en un cuarto de hora, pero si es tu primera vez, necesitarás algo más de tiempo.
El juego es una pequeña pieza de arte minimalista, ya que no contiene más que texto, incluso para dibujar los mapas. También opta por lo mínimo en la historia, de la que apenas aprenderemos más que retazos inconexos.
El protagonista se despierta en lo más profundo de un bosque, en una habitación que debe calentar para sobrevivir. Pronto aparece una mujer conocida como “la constructora” que se desmaya frente a él. Después de reponerse, la constructora se pone a las órdenes del protagonista para sobrevivir en el bosque.
A partir de ahí, recogiendo leña y otros enseres, se va construyendo una pequeña civilización. Primero una cabaña, luego varias, que se van poblando. Luego tiendas y otras construcciones. Después, herramientas. Poco a poco recibes visitas –mendigos, sabios, mercaderes-. Fuera, en el bosque, acechan extrañas criaturas que a veces atacan el precario poblado.
Con el desarrollo de una brújula llega el gran avance del juego. A partir de ese momento, el protagonista puede salir del pueblo y guiarse por un mapa que se irá descubriendo según avanza por el bosque. Aparecerán cuevas, ciudades y minas que saquear, también enemigos humanos y animales.
En un momento dado, aparecerán algunos conceptos raros, como una “célula de energía” que ofrece un extraño, lo que abrirá para el espectador nuevas posibilidades.
A dark room avanza así, con breves fogonazos de información y una poesía extraña, con sus textos secos y sugerentes (“el acero es fuerte y la hoja sincera”). Y hasta ahí podemos leer. Si tenéis paciencia y administráis sabiamente vuestros recursos, con una tarde bastará para que el juego os revele todos sus secretos, hasta el ambiguo final.
A dark room es una demostración de que menos es más, y de que la técnica de sugerir más que mostrar siempre funciona. Esperamos que os guste.