La semana pasada, la ex empleada de Facebook Frances Haugen declaró ante el Senado de Estados Unidos que Facebook priorizaba los beneficios económicos a la seguridad de los datos de sus usuarios y que ocultaba al público información relevante sobre esta cuestión. Según Haugen, ingeniera de datos, las prácticas opacas y abusivas de Facebook debilitaban la misma democracia de la nación.
No es este un asunto novedoso, pero sí marca un hito, al venir de una fuente interna y pública, con nombre y apellido.
Con el ejemplo de este escándalo y sus repercusiones quiero resaltar la importancia de la seguridad de los datos en Internet, y cómo las grandes empresas y los estados de todo el mundo dependen en buena medida de ellos.
Ha sido casualidad, pero la noticia coincide con el tercer aniversario de la proclamación de la estrategia de ciber seguridad de Estados Unidos. El país norteamericano decía sentirse atacado a través de Internet y respondió a su manera, con un gran plan de respuesta a la crisis. Fue el primero a escala nacional sobre esta materia en quince años.
Lo anunció el presidente Trump, pero en esto, como en muchas otras cosas, no hizo más que seguir la senda de los presidentes anteriores, republicanos y demócratas. La conservación de la hegemonía mundial norteamericana, cada día más débil, no entiende de partidismos.
Cuatro puntos constituían el plan: proteger a los ciudadanos, incentivar la prosperidad de país, reforzar la paz a través de la fuerza y consolidar la influencia norteamericana. Es decir, llevar al terreno digital las prioridades de la política del país.
Si esto suena a una especie de guerra fría encubierta, tal vez no sea exagerado. Es evidente que Estados Unidos mantiene una feroz competencia tecnológica con Rusia y China, que la carrera por el 5G no se ha detenido (y en esto los países asiáticos van en cabeza), que el espionaje tecnológico tampoco y que los viejos fantasmas del país que ahora gobierna Biden, siguen presentes. Haciendo memoria, podemos indicar que Cuba fue el primer país acusado de ciber terrorismo, hace ahora veinte años. Por aquel entonces el país caribeño tenía un ancho de banda internacional de 832 kbps. El gobierno cubano, por su parte, se ha sentido siempre igual de amenazado, y este otoño ha publicado su propia ley de ciber seguridad.
Sea o no un miedo real, no pasa una semana sin que un periódico norteamericano publique una noticia sobre algún experto que avisa de una amenaza tecnológica que dejaría al país en un estado de vulnerabilidad. Razones no faltan: un ciber ataque es más sencillo de articular que un atentado por la fuerza de las armas, y sus repercusiones económicas pueden ser incalculables. Pero no solo hablamos de acciones agresivas, también de vigilancia, robo de datos, articulación de redes o simple propaganda.
Quizá todo esto suene muy americano, por no decir imperalista, pero cuando un país tan grande se toma tan en serio la seguridad en Internet, qué duda cabe que todos los demás deberíamos hacer lo propio.