Este año he cambiado de equipo. Después de utilizar un iMac durante trece años, lo he cambiado por un modelo más moderno de la misma serie. Los iMac actuales se diseñaron en 2017 aunque el que adquirí venía con las aplicaciones y sistema operativo de principios de 2021. Eso sí, por unos meses no llegué a hacerme con el ultimísimo modelo que lleva incorporado el célebre chip M1.
Por ello, más que analizar el equipo en sí, voy a centrarme en algunas reflexiones de lo que ha supuesto trabajar con un iMac estos años y lo que significa reemplazarlo.
- Como máquina, mi viejo Mac continuaba siendo funcional. Lo cambié por necesidades de software. Aunque no pudiera actualizarse, sorprende lo bien que envejecen estructuralmente.
- Los teclados y ratones han cambiado mucho estos años, inclinándose por el minimalismo habitual en Apple. Es fácil acostumbrarse a ellos. Aunque los ratones aún son el talón de Aquiles del hardware de la compañía. Al cabo de unas semanas deseché el ratón inalámbrico y volví a uno de toda la vida, que se comporta de una manera más fiable.
- Pese a las novedades que incorpora cada sistema operativo, la continuidad en macOS permite adaptarse a los cambios. No pude migrar los contenidos, ya que la CPU del antiguo era de 32 bits y la del moderno de 64. Un pequeño contratiempo que, por otro lado, me obligó a trabajar con un ordenador con una instalación limpia. Algo que, en el fondo, agradezco.
- Una observación estética: macOS parece seguir la línea de iPhone y no al revés. Curioso como los móviles se han impuesto a los ordenadores incluso en lo gráfico.
- La mente se acostumbra a muchas cosas, como la velocidad a la que se inicia un programa. Luego, al estrenar ordenador, resulta un cambio significativo y agradable ver la rapidez del nuevo equipo.
- La pantalla: aunque sólo es una pulgada y media mayor, es una mejora que se nota y se agradece.
- Llevo haciendo copias de seguridad desde hace tres años… y nunca las he necesitado. Lo cual dice mucho de lo seguro que es macOS frente a virus, de lo estable de su rendimiento y de lo bien que he cuidado el equipo, dicho sea con humildad.
- Y ese es el último punto: he cuidado bastante el Mac. Amplié su memoria, cambié su disco duro por un SSD, realicé tareas periódicas de limpieza de archivos y mantenimiento. Eso ha garantizado su vida útil incluso más allá de lo previsto por Apple.
Ahora que trabajo con mi nuevo equipo, que espero me dure tanto como el anterior, solo me queda una cosa, desear larga vida a mi viejo Mac, que ya he donado a un amigo para que saque de él sus últimos años productivos.