Las criptomonedas terminaron 2017 copando todas las noticias de economía, sobre todo por la aparición de una enorme cantidad de ellas –alrededor de ochocientas a fecha en que esto se escribe- y por el ascenso imparable y posterior caída de su primera divisa, el bitcoin.
Quizá ya sabrás que estas monedas virtuales se basan el blockchain, la tecnología descentralizada en la que todas las transacciones, en el caso de bitcoin, son públicas y anónimas, lo que supone una fuerte protección contra el fraude.
La columna vertebral del blockchain son los nodos, unidades de almacenado de los datos de transacciones de los bitcoins. Mantener un nodo requiere poca energía y no ofrece recompensas. Justo lo contrario que el trabajo de los mineros, los verdaderos responsables de extraer nuevas monedas para el sistema gracias a sus placas y GPUs. Esto se hace resolviendo unos problemas criptográficos a cambio de bitcoins. Dichos problemas son cada vez más complejos, lo cual garantiza la seguridad del sistema: a menor tiempo de resolución de los problemas, la dificultad incrementa y viceversa.
Con cada nueva operación, un minero consigue una clave llamada hash, que es una fórmula matemática única. Los hash se engarzan en cadenas, y los que cumplen unos ciertos requisitos se confirman como válidos por una mayoría de mineros y se pagan en bitcoins al afortunado en compensación por sus esfuerzos.
Como el trabajo de desencriptado de hash es cada vez más complejo, el minado ha pasado de ser una tarea doméstica a industrial. Lejos quedan los tiempos en que lobos solitarios se compraban una tarjeta gráfica para dejar el ordenador minando por la noche. El gasto energético es superior a la remuneración que recibirían. Para un particular, hoy es más rentable comprar bitcoins que minarlos. Y esto es así porque las granjas de minado tienen una potencia y un hardware propio, dotado de chips diseñados para la tarea, muy superiores a cualquiera de nuestros equipos personales.
A estos obstáculos hay que añadir las fluctuaciones de valor de la moneda, la complejidad cada vez mayor de los hash, la vida útil de los componentes de minado, el precio de los mismos, etcétera…
Triste ironía, por cierto, que el sueño, casi anarquista, de Satoshi Nakamoto, creador del bitcoin, haya pasado a depender de un sistema de producción industrial con terribles efectos contaminantes.
Geografía del minado
Si tienes bitcoins, lo más probable es que hayan sido acuñados en China o Islandia.
El 70% de las granjas de minado mundiales está en China. Esto se debe a lo barato de su tarifa de la luz, lo cual ha atraído a grandes empresas. Una de las principales está ubicada en una fábrica en Liaoning, en el noroeste del país y produce en torno a un millón y medio de dólares brutos al mes. El pasado mes de octubre movilizaron unos ocho petahashes por segundo, un 3% de la capacidad de la red de bitcoins.
Quizá esta granja sirva de prototipo a lo que es una granja de minado. Un local enorme, refrigerado por ventiladores para que tres mil ordenadores específicos para minería no alcancen temperaturas extremas que ralenticen su trabajo. En ella viven sus trabajadores, y solo la abandonan tres o cuatro días al mes.
Por supuesto, muchas de estas granjas chinas mantienen un elevado nivel de secretismo en torno a sus equipos, por lo que no se puede saber demasiado sobre lo que de verdad ocurre en ellas.
Singapur, por lo barato de su energía, es otro de los destinos favoritos de los mineros.
Islandia es la otra gran fuente de bitcoins: Frio, ventajas fiscales al uso de energía verde, una buena velocidad de conexión y la cercanía a plantas hidroléctricas hacen de ella un entorno propicio. Islandia no es el único lugar del mundo con estas ventajas aisladas, pero el tenerlas todas le da un tremendo valor añadido. Empresas como Genesis poseen allí diez mil ordenadores dedicados a extraer bitcoins.
Si la curiosidad o la sed de nuevas experiencias te llama para ser minero, tienes otra opción aparte de mandar el curriculum a una empresa de granjas: las mining pools. Se trata de colectivos de mineros donde cada uno aporta la fuerza computacional de que dispone y donde los beneficios se reparten en consecuencia. En slushpool.com o antpool.com o btcc.com tienes algunas. Pero ni aun así es sensato imaginar que podrás competir con los gigantes chinos o islandeses. En xataka han calculado la rentabilidad por ti, si no nos crees
Por último puedes apoyar la minería en red sin utilizar tu propio equipo. Es lo que se llama la minería en la nube, donde pagas por contribuir al desarrollo de hash y evitas los costes de una inversión en equipo y mantenimiento. La contrapartida es que la empresa toma todas las decisiones, y muchas de ellas se han revelado como verdaderas estafas, así que MUCHO CUIDADO con dónde pones tu dinero. Recuerda: siempre será más barato comprar que minar.
Otra posibilidad es decantarse por minar otras monedas. Que las criptodivisas van a seguir creciendo, y que el blockchain no es flor de un día son dos cosas del todo seguras. Que sea Bitcoin la que se imponga no lo es tanto.