Casi un mes después de la tragedia del avión MH370 de Malasyan Airlines del pasado ocho de marzo, el gobierno de Malasia sólo ha podido confirmar que este se estrelló en el Índico sur. Algunos restos encontrados por la marina australiana, y las fotografías de algunos satélites, son todo lo que se ha encontrado a día de hoy. La pregunta que mucha gente se hace es, ¿cómo es posible, en un mundo ultra tecnificado y geolocalizado, donde cada centímetro de agua o tierra parece fotografiado en Google Maps, perder durante tanto tiempo la pista a un Boeing 777?
Según The New York Times, las aerolíneas proveen de conexión WiFi a sus usuarios gracias a los satélites, pero fallan al garantizar algo mucho más evidente: el localizar los aviones y sus cajas negras.
La tecnología está ahí, solo es una cuestión de voluntad política el reconocer su importancia, ha dicho Mark Rosenker, antiguo presidente de la National Transportation Safety Board.
La paradoja Twitter
A esta situación la llama el especialista en líneas aéreas Christine Negroni La paradoja Twitter. Y es que parece que después de unos cuantos incidentes similares a lo largo de los años, simplemente somos capaces de perder de vista un avión de línea regular aunque nos enteremos en tiempo real de su desaparición. Las causas, al parecer, se deben a que ese área no estaba demasiado cubierta por satélites al estar casi del todo despoblada. No existían motivos económicos para rastrearla. De ahí que, al pasar el MH370, no hubiera ningún dispositivo grabando.
En el caso de este 777, la situación se agrava porque el transpondedor del avión dejó de funcionar una hora después de despegar. Los transpondedores son aparatos que emiten señales que aportan información para los controladores de tráfico aéreo. Con esas señales, un controlador puede ubicar la altitud, velocidad y dirección del avión, así como el código único de identificación del mismo. Un Boeing 777 viaja con dos transpondedores, por si uno de ellos falla. En este caso, los dos fueron apagados, algo que sigue alimentando dudas sobre el incidente.
Para añadir más misterio a la situación, los familiares de un desaparecido avisan que los teléfonos de los desaparecidos siguieron sonando días después de la catástrofe. De nuevo, las tecnologías de la comunicación aportan nuevas pistas de que la verdad aún tiene que salir a la luz.
Mientras, se siguen buscando las cajas negras del avión. Gracias a la Oficina de investigación y Análisis francesa (BEA) y el centro de mando de Estados Unidos, que han ofrecido su experiencia y equipo para la tarea, puede que se encuentren muy pronto. Es una búsqueda urgente, porque las cajas negras se apagarán en nueve días y su rastreo resultará bastante más complicado.
Solo nos queda desear que los gobiernos y las compañías aéreas no lo olviden y empleen la tecnología de satélites a su alcance para que situaciones tan impensables como perder un Boeing durante dieciocho días no se vuelvan a repetir.