Mucha gente lo sabe, pero conviene decirlo: no toda la música electrónica son ritmos de discoteca pregrabados y repetitivos. La electrónica posee un lado tan imaginativo y espontáneo como otras músicas, y, sorpresa, tiene muchos más años que el pop o el rock. El caso más paradigmático de la cara lúdica de la electrónica es el circuit bending.
El circuit bending consiste en manipular de forma creativa aparatos electrónicos de bajo voltaje para conseguir nuevos sonidos. Para lograr estos sonidos y melodías se pueden recurrir tanto a instrumentos convencionales como a cualquier cachivache compuesto de circuitos y susceptible de enchufarse a un altavoz.
Lo interesante del asunto es su confección casera. Los músicos de circuit bending se parecen más a unos artesanos que a una estrella de la MTV. Aquí importa el objeto único, el que no se fabrica en serie, los materiales baratos y una actitud desprejuiciada ante la música y la tecnología.
Los antecedentes del circuit bending se remontan al tiempo de los pioneros de la electrónica como Lev Theremin, el creador del theremin. Este instrumento, provisto de una antena, emite ondas y se interpreta sin tocar nada. El simple contacto de la mano con las ondas basta para provocar sonidos. Theremin creó su original invento en ¡1917! El mismo Lenin quedó fascinado con él y pidió una audiencia para escucharlo.
Theremin era un genio y su invento se comercializa aún hoy en día. Puedes escucharlo en muchas bandas sonoras y en canciones de artistas como los Beach Boys o los españoles Manta Ray. El espíritu del circuit bending parte de ahí, pero su filosofía se aproxima más al do it yourself, el reciclaje o el hackeo de hardware, si quieres.
Los verdaderos padres del movimiento son Reed Ghazala, que comenzó la técnica por causalidad –y la bautizó- en 1966, y ha construido instrumentos para Tom Waits, King Crimson y los Rolling Stones, entre otros, y Nicolas Collins, alumno del compositor Alvin Lucier y autor del manual Handmade Electronic Music – The Art of Hardware Hacking.
No es el único manual que existe, y tiene todo el sentido: los aficionados al circuit bending no son ingenieros y apenas tienen conocimientos rudimentarios sobre electrónica, aunque se requiere alguna experiencia, más que nada para evitar posibles accidentes.
¿Y cómo suena un aparato modificado? Muchas veces el resultado es impredecible. Algunos no se pueden controlar, otros fallan. La experimentación, el azar y la sorpresa son ingredientes fundamentales. Bandas como Blur o Nine Inch Nails han utilizado este tipo de instrumentos. Por supuesto, los autores que se dedican en exclusiva a ellos producen canciones bastante más heavies que los grupos mencionados. Conviene escucharlos con las orejas abiertas a la heterodoxia, y pensar que para ellos cualquier sonido, desde el canto de un pájaro a la frecuencia de una emisora de radio, puede ser música.
¿Y en España se hace de esto? Pues sí, el grupo Los Caballos de Düsseldorf lleva varios años creando y modificando sus propios instrumentos, que ellos llaman doo rags, a partir de juguetes que compran en tiendas de todo a cien. Sus discos (que se venden en vinilo o se pueden bajar en mp3 en su web) suenan a melodías de juguetes baratos. Algunas canciones tienen una estructura reconocible, otras son una cacofonía muy simpática, como si unos niños se hubieran apropiado de los juguetes y se hubieran puesto a hacer diabluras con ellos.
Es música distinta, que puedes interpretar desde un lado artístico o vanguardista tanto como una peculiar gamberrada. Actúan en salas de concierto al uso y en centros de arte, y verlos trastear sobre una mesa con un surtido variopinto de doo rags merece la pena. Además los niños se quedan embobados con ellos.